Este es el comienzo del Diario De Madagascar.

Andasibe

Martes 17 de julio

El viernes pasado nos casamos en Santiago. Mis recuerdos de la boda son inconexos y etéreos: estaba tan cansado que no me encontraba muy presente. Los nervios de la preparación me impideron dormir bien las útimas semanas, pero la víspera fue ya demasiado. A las cuatro de la mañanana del viernes me desperté y apenas pude volver a dormir, temeroso de que algo saliese mal. Sobre todo me preocupaba entonces que el ramo de flores de Mara, que había encargado en La Argentina, no fuese de su agrado. Es al parecer una tradición medio olvidada holandesa que sea el novio el que se ocupe de las flores. Resultó ser un ramito de calas fino y elegante, y al igual que todo lo demás salió perfecto.

Otro de mis temores estaba en este viaje de luna de miel que ahora empezamos. Nunca había estado antes en un territorio afectado de malaria, y las advertencias y la medicación agresiva que tomamos generaron en mí una preocupación quizá excesiva. La diarrea de Marruecos fue muy molesta y me estropeó el final del viaje el año pasado, pero la malaria son palabras mayores. Me asusta que un parásito invisible pueda arruinar irremediablemente la enorme felicidad que tengo. Incluso al final de nuestro viaje, cuando todo haya salido bien y me ría de estos temores, no sabremos en realidad lo que nos va a pasar porque el bicho puede manifestarse varias semanas después de una picadura. Pero uno tiene la impresión de que, puestos a enfermarse, mejor hacerlo en casa.

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El domingo regresamos a Amsterdam, y el lunes partimos para París CDG, donde a las ~16:30 despegamos en un vuelo de diez horas hacia Antananarivo. De nuevo apenas dormí durante el viaje: los asientos de ese Boeing 767 enorme no son tan cómodos como parecían a primera vista. En Tana nos esperaba Olivier para traernos en coche hasta Andasibe. Hicimos algunas paradas breves para desayunar, aliviarnos y comprar chubasqueros en el mercado de Moramanga. También vimos una granjita de reptiles en algún lugar del camino, con cocodrilos, y camaleones y geckos de todos los tamaños. Sostuve una linda serpientita entre mis dedos, y su abrazo fue reconfortante en mi cansancio.

Dormimos prácticamente todo el trayecto en coche, y al despertarnos de vez en cuando nos sorprendían las miradas curiosas de los muchos transeúntes que van de un lado al otro del país. Pocos coches, alguna bici, y muchos caminantes con sandalias o descalzos, sobre el barro de las calles o el asfalto de las carreteras, que no están mal. De vez en cuando se ven grupitos de chozas, de adobe y madera, alejadas de todo, y me pregunto cuánto tendrán que caminar algunos niños para ir a la escuela. Ahora están de vacaciones. Es invierno en este hemisferio, y esta mañana el cielo estaba gris y hacía algo de fresco. Ha llovido sobre los eucaliptos que nos rodean en esta cabañita del Vakôna Lodge. Afuera suena el agua del riachuelo, continuando la impresión de chubasco incluso ahora que hace buena noche. Hace demasiado frío para los mosquitos.

MadagascarBichos

Album de fotos de bichos

Miércoles 18 de julio

Ayer comimos y cenamos muy rico: dim-sum, platos típicos malagasys que eran un guiso de carne con verduras que se parecían a los grelos y un plato de chicharrones. Cenamos sopas y después zebú con gengibre y cambas con curry. Todo muy sabroso. La chimenea en el restaurante da un aire hogareño al local y el calor que desprende está muy bienvenido. Mi amor se está despertando. Pobre ¡qué cara de sueño! Es que levantarse a las 6.00 h en un día lluvioso no es fácil. ¡Que los lemures lo compensen!

El guiso era Romazava, y los chicharrones de zebú Varanga. Hoy probamos henakisoa sy ravitoto (cerdo con una pasta de verdura) y voanjobory sy henakisoa (una especie de garbanzos con cerdo). Cuando ayer llegamos al hotel nos esperaba una botella fría de vino gris malagasy, gentileza de la agencia de viajes.

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La vakôna es una planta grande de hoja delgada y resistente, como de palma recia, que se usa para hacer cestos y casas. En torno al tronco las hojas forman cuenquitos donde se acumula agua y se alojan ranitas chiquitas. En el parque natural y en torno al hotel hemos visto varios tipos de lemures (sifaka), de distintos tamaños y colores. Algunos son nocturnos y estaban durmiendo. El Indri Indri o babakoto es el más grande, negro y blanco. Viven en familias de cinco o seis miembros en territorios que ellos delimitan cantando cinco minutos al día. Unas veinte hectáreas. La densidad de población no es muy alta, así que hemos tenido mucha suerte de ver tantos.

El canto de apareamiento suena como un beso sonoro lanzado al aire, seguido de un jadeo breve y obsceno, y se repite todo varias veces.

En las reservas del hotel se puede dar de comer bananas a los lemures. Los que no son agresivos se acercan hasta ti y montan sin complejos sobre tus hombros o cabeza, y comen de tu mano, que sujetan como si temiesen mancharse las suyas con la comida. Mastican grandes trozos con la boca abierta, y se mueven inquietos. Saltan muy rápido de árbol en árbol y así recorren largas distancias en un abrir y cerrar de ojos.

Intentamos saludar a la gente en malagasy, pero no es fácil. La chuleta que nos hemos traído no ayuda mucho con la pronunciación, que es complicada porque omite muchas vocales de las que se escriben, aunque no sepamos cuáles. 'Muchas gracias' es 'misaotra betsaka' y suena como 'misotsh betshk'. 'Hola, qué tal' es 'Salama, inony ny vaovao', pero suena como 'salam, in-vovo'. Es algo así como ¿qué hay de nuevo?, y se replica con 'tsy misy vaovao', no hay novedad. Por favor: aza fady.

'Tsara', como nuestra agencia de viajes, es 'bueno', como en tsara mandy (buenas noches en algún dialecto) o tsara be (muy buena la comida). Hasta la vista es 'veloma' (veluma).

MadagascarLemures

Álbum de fotos de lemures

Continúa en Ankanin'ny Nofy.


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