El tiempo que pasaron lejos

y de cómo al final "para siempre" no es tantísimo

Según lo previsto Jose suspendió las oposiciones en su primer intento. Ese no era más que un ensayo con todo tras apenas tres meses de estudio, por rellenar el curso hasta el verano después de haber terminado la tesis en marzo. El año siguiente ya iría en serio, y se pasaría todo el tiempo estudiando intensamente, y yendo a una academia para preparase a fondo. Le hacía mucha ilusión ser maestro, y así completar el quid pro quo y devolverle a Galicia toda la inversión que para su formación había recibido todos estos años.

En esas transcurría su vida durante el curso 2003-2004, tan tranquilamente, disfrutando de lo que aprendía y distanciándose de la vida universitaria por primera vez en diez años. Ilusionado por empezar una nueva profesión en la enseñanza, lidiando con niños y chavales.

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Mara sabía de todo esto porque de vez en cuando intercambiaban cartas en las que se contaban sus cotidianías. Cómo le iba a él con los estudios, cómo le iba a ella con sus prácticas en una empresa, cómo le iba a cada cual con sus respectivas parejas. Cartas amistosas, que por ir escritas en papel y a mano tenían un aire entrañable. Escribían de sus respectivos planes de futuro, de sus amigos en sus ciudades natales, a veces incluso de literatura, por ejemplo poniendo a parir a Paulo Coelho (luego averiguarían que el holandés medio lo pronuncia Polo Culo, para regocijo de ambos), esas cosas que se hacen por carta.

De pronto las cosas no iban demasiado bien con sus parejas de entonces. De eso no hablaremos mucho aquí, porque se resume pronto: primero Mara y su novio rompieron, y cuando meses después también lo hicieron Jose y su novia, Mara le propuso a Jose un encuentro en Amsterdam.

A Jose casi se le cae el teléfono de las manos. La voz se le atragantó ya a la altura de los bronquios, que apenas podían cumplir su función respiratoria. Se sentía muy halagado (eso dijo, o algo igual de torpe), y no sabía qué contestar. No hacía falta hablarlo ahora mismo, claro, es sólo una idea. Ya me darás una respuesta otro día. Y los días pasaban sin respuesta, Jose indeciso, temeroso supongo de complicarse la vida cuando estaba justo saliendo de una relación sentimental y preparando intensamente oposiciones. Qué oportuno todo. No sé qué decir. Y entonces Mara envió un correo electrónico (a veces recurrían a ellos, cuando se preocupaban por si sus cartas habían llegado a tiempo, please Mister Postman look and see, o si se habían perdido por el camino), en que decía solamente: "Siempre que te pregunto que cuándo, cómo y dónde, tú siempre me respondes quizás, quizás, quizás".

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Esa frase fue suficiente para espabilar a Jose. No es sólo que unos versos de un bolero traídos a tiempo basten para que siga a una mujer hasta el fin del mundo; él intentó (malamente) ponerle algo de racionalidad a todo esto: total, por un fin de semana no se iba a alterar todo su plan de estudios, y seguro que descansar un par de días era bueno para el cerebro y el corazón, órganos vitales. Decidió irse a verla, y en absoluto secreto tomó un avion en marzo . Lo malo es que ese fin de semana resultó estupendo, mejor de lo que nunca hubiera imaginado, y Jose regresó a Santiago con el corazón no tan repuesto como pensaba. Pobre imaginación la suya que no fue capaz de preverlo: ¿acaso unas horas no habían bastado una noche, hacía tiempo, para derribar paredes y ciudades, y crear soles africanos? ¿Qué no podría sucederle en un par de días? Hay que ser ingenuo.

(Su viaje secreto pronto dejaría de serlo: nada más bajar del avión en Santiago se topó con Cris y Pat, amigos de su pandilla, esperando a su hermana Begoña que llegaba de Nueva Jersey, y le notaron enseguida que algo raro le pasaba en la cara).

Mara le devolvió la visita, y pasó en Santiago otro fin de semana antes de las oposiciones de Jose en julio. Entonces empezaron los exámenes para los que se había preparado todo un año, y que determinarían su futuro. Si todo iba bien tendría una plaza de funcionario, que le garantizaría un trabajo fijo (quizá también estable), interesante y bien remunerado para el resto de su vida. Se cumplirían así sus sueños profesionales y vocacionales. ¿Qué sería de ellos entonces? ¿Empezarían una relación a dos mil kilómetros de distancia, viéndose fines de semana sueltos? Ambos sabían que eso no llevaba a ninguna parte, pero por otro lado era una osadía plantear cualquier alternativa a la vida que cada cual iba a llevar en su ciudad. ¿Justificaban dos fines de semana estupendos la idea tan solo de abandonar tantos planes personales? Decidieron no pensarlo mucho y esperar un poco más: el tiempo traería la respuesta que, ya se sabe, is blowing in the wind.

(Último episodio)


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