Cuando Mara fue a Santiago

y de cómo ella y Jose se conocieron y se despidieron para siempre

060317marijearodsste1

En torno a marzo de 2003, cuando Mara terminaba su estancia de seis meses en Salamanca (para hacer su proyecto de investigación de fin de carrera en psicología) fue a Santiago un fin de semana, acompañando a Bea (su colega del departamento) e Isidro, el novio de Bea, para visitar a Ana. Ésta había sido compañera de piso de Bea mientras vivió en Salamanca para estudiar el CAP, y por eso se conocían. Ana era amiga de Jose desde hacía años, pareja además de su amigo de infancia (Antonio) Llopis. Jose estaba entonces en Santiago (donde había pasado toda su vida), terminada su tesis doctoral de física hacía unas semanas, preparando precipitadamente oposiciones a maestro de secundaria para ver qué era eso de estudiar. Apenas cuatro grados de separación. Si se han liado en este primer párrafo no se preocupen: lo importante es que la gente se puede conocer mediante vínculos complejos y casuales, y que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

Ya cuando había estado en Salamanca Ana había pensado que Mara y Jose se entenderían: los dos así tan raros, gustando de películas extrañas, tan intelectualillos... yo qué sé. Pero sabiamente no le dijo nada a Mara: nada espanta tanto a una mujer como una espectativa del tipo "tengo un amigo que te va a encantar". Anotó mentalmente la idea y dejó pasar el tiempo (Celestina perfecta, sin mover los hilos pero siempre atenta a ellos), y Mara acabó yendo a Santiago.

Siguiendo una lógica completamente opuesta Llopis le dijo entonces a Jose: "este fin de semana viene una tía chapó de Salamanca, una holandesa impresionante que causa sensación". Ya será menos. Nos encontramos todos en el Abellá, una tasca del Franco, y nos saludamos contentos unos a otros. Jose entonces se preocupó por la extranjera, no fuera a aislarse: "bueno, supongo que tú entiendes español". "Sí", contestó ella con una mueca de escepticismo, "aceptable". Poco más se dijeron. Ella no sé qué pensó, pero él, que escribe estas líneas, se dijo que no era para tanto. Tan alta y rubia, la piel tan blanca...

De allí cambiamos a otros bares, y en la vinatería que se hace llamar vinoteca (quizá por sus intenciones recopilatorias y catalogantes) O Beiro, al final de A Raíña, la conversación se hizo más distendida. Alguien alabó (o quizá no tanto, sólo habló) las tapas que nos pusieron acompañadas de algún pan gallego (a lo mejor pedazos de un mollete) y Mara, hasta entonces bastante discreta, añadió de pronto, inopinadamente, esta opinión: "el pan en Salamanca es una mierda pinchada en un palo". Así, las sílabas soltadas con frescura, sonando muy castellana cansada de candeal, con los acentos tan uniformemente distribuidos a lo largo de la frase, y un deje al llegar al diptongo de mierda que cerraba y alargaba ligeramente la i, hiatando el taco y atando el resto en una sola voz, sonando despectiva y a la vez experta en panes, palos y palabras.

venus_boticelli_1

Todos nos reímos. Siempre hace gracia ver a un extranjero expresándose tan bien (tan a tiempo). Supongo que a los españoles, que no hablamos más o menos bien más que un solo idioma, el que mamamos de niños en nuestras casas, nos hace mucha más gracia. ¿Lleva algo de admiración esa risa? La mía de entonces sí, y también de sorpresa, y entonces empecé a entender lo de la tía chapó que causa sensación. Terrible Instituto Cervantes que entrena a estas extranjeras para matar con la palabra.

Poco más sucedió ese fin de semana. Cada cual tenía cosas que hacer, los turistas a la costa, los opositores a sus libros. Pero un nuevo descubrimiento llegaría la última noche, cuando ya nos despedíamos, ellos volviendo a Salamanca, y de allí Mara a Holanda, y si te he visto no me acuerdo. Esa noche en casa de Ana todos se retiraron pronto cansados para poder madrugar, y Jose debió hacer lo mismo, pero la conversación a solas con Mara lo retuvo. Él estaba nervioso, escuchando mientras jugueteaba con algún rompecabezas (recuerda Mara), bebiendo aguardiente, dejándose llevar por su voz. Días después le describiría esa noche, en su primera carta, como un viaje sin moverse de la mecedora, donde sus palabras le envolvían, hacían desaparecer las paredes y todo el mundo alrededor, y lo transportaban a paisajes donde la noche era perfumada tras un día de sol en la sabana. Ella era como Karen Blixen contándole historias a Denys Finch-Hatton, en un viaje de los sentidos que duró hasta bien entrada la madrugada. Cuando no había más remedio Jose tuvo que irse, sintiendo que ahí se terminaba algo hermoso, así que le pidió su dirección para poder escribirle. Ella le dio la de su correo electrónico, pero él, queriendo poseer más de ella y no algo tan etéreo, le pidió la de su casa, para poder mandarle una postal. Eso dijo.

Era muy tarde, Mara se fue a la cama, Jose decidió en el último momento quedarse a dormir en el sofá para poder verla un rato más por la mañana cuando se fuese a la estación. Todo el mundo en la casa bostezaba mucho al levantarse. Ana se sorprendió al encontrárselo en el salón, y dijo algo escandalizada "¿y tú aún aquí!!!", así, empezando interrogante pero terminando sorprendida, quizá de que las circunstancias confirmasen tan bien sus intuiciones. "Me quedé para hacer el desayuno". Preparó el té, exprimió naranjas para el zumo, hizo tostadas. Todos desayunaron rápido, salieron hacia la estación de autobuses, Mara se montó en uno, y se fue para siempre.

El Tiempo Que Pasaron Lejos.


EditThis! (edited 2009-07-15 21:13) [info] [diff] ♦ Print [help]
Search. Links to this page.
Recent changes, Wiki Front Page, What is this wiki?