“No solo una hartá, una pechá!! Se la sacó de la mango tío, no te lo pué imaginá
Eh uno deso gashó que lo se la saben toa. Yo de mayó ya quisiera, ya quisiera, sé
capá de to lo que sabe er nota ehte. Y adema que e mu natural, y eso e lo que me gustah
del , eh un tío legá. Así son las cosa', unos nasen con la pisha larga y otros... otros gorda.
Jajaja Ay que morena mah guapa”

De aquel que así se expresa.

Un billete por favor

No era su turno todavía. Mientras esperaba en la cola se acordaba de ella. Realmente no se acordaba de su mirada, de esa mirada tranquila, a veces alegre y a veces segura. Esa mirada que de repente lanzaba fuego cruzado. No se acordaba tampoco de su sonrisa, ni de las miles de horas y botellas reducidas a cenizas en la buhardilla, en el parque o su apartamento minúsculo de Campolucio, ni tampoco de la combinación de todas estas, cuyo resultado causa tanta aceleración cardiaca respiratoria. Ni siquiera le molestaba su histeria repentina, tanta pelea y sinsentido caprichoso.

Se acordaba de un sentimiento de bienestar. De bienestar a su lado, de sentir el gusto de su presencia, arropado, y arropando. Y acordándose de esto se mostró perplejo, se sorprendió de si mismo, de verse allí ,en aquella estación de autobuses. Casi con un billete de destino desconocido en la mano, de saber que no era más que un arrebato de celos, un de aquí no me muevo, un de aquí no pasarán.

Tenía que marcar una raya en el suelo, un sonada demostración de fuerza. Realmente funcionaria este acto de hipocresía auto protectora?

“Siguiente...”

-“Un billete por favor”

“Sí, claro.
Un billete... que si no? - (con un poquito de sorna)
A donde?”

-“...a... donde no pueda acordarme de ella por favor.”

“De quien???”

Era justamente ese momento el preciso para que de sorpresa y sin sobresalto alguien le tapase los ojos con sus manos. Esas manos suaves que olían siempre tan bien, y que alguien preguntase como siempre preguntaba, quien es??? averigua quien es???
Y darse la vuelta y levantar con los brazos a esa chica... túúúú , eres túúú,

Y así, como mandan los cánones de los que no pierden la esperanza, así alargaba ese segundo de contestación más allá de lo posible, haciéndolo eterno, dubitativo, cariacontecido y aguantando la respiración . En cualquier momento aparecería ella en escena.

“Le puedo dar un billete para Andrales que para al lado del Paloma Blanca.
Allí seguro que le quitan las penas que lleva encima, jajajajaja”

Echo una ultima mirada por el rabillo del ojo, por si acaso ella estaba allí. Y allí le pareció verla, pero no era ella. Sacó su teléfono móvil, por si había algún mensaje.

Y en efecto un icono de mensaje nuevo asomaba en la pantalla.
-- Un momento por favor – dijo, arañando unos segundos más.

Y así decía el mensaje:
“Telefónica le informa de las nuevas tarifas de verano. A partir de hoy ...”

Y ya no quiso leer más.

-- A ver, deme ese billete para Andrales...

(en su pensamiento)
“ “ Me apetece un cigarro pero yo no fumo que asco me apetece agua? Sera cabrona... a ver si aparece a ver que hora es 10 minutos más joder que coñazo debería acercarme a la morena esta se ma olvidao pagar la factura del agua ...” ”

Allí de pie se quedó unos minutos, esperando en el barracón, pensando en el sí y en el no, en detalles, en aspectos, en tonterías, a veces en cosas inteligentes y la mayoría no, hasta que el blanco poseyó su mente, mirando el reloj de la estación, como se queda un manto de nieve en la sierra. Se dio cuenta de si mismo. No de su plena existencia, ni de la relativa comparación con el resto de congéneres. Se dio cuenta de sus propias manos, de su corpórea simetría, de sus dolores, su respiración. Su mano derecha empuñaba el billete a Andrales, que le había costado menos que 2 cervezas, y su mano izquierda sostenía el teléfono móvil, sudorosa, todavía pendiente de un último momento que resolviera el enfrentamiento antes de cruzar el Rubicón. Su espalda aliviada, la postura sosegada, con la cadera en descanso. Y así mientras se daba cuenta de esto, se encendió una luz en su cabeza: donde estaba su maleta?? No estaba en sus manos, ni en su espalda. No estaba a su lado, sencillamente no estaba.
Si fueron las prisas, no se sabe, quizás fuese el descuido o el enfado, digno de drama greco romano.
Quizás fuese el arrebato , de todo menos silencioso, con portazo de rigor. Pero en el fondo fue la intención la que le delato. Nunca quiso marcharse, ni cumplir ninguna de las amenazas de marcha, su ultima arma arrojadiza.
-- ““Realmente me he dejado la maleta en casa? No he hecho la maleta?
-- Y mi mochila? ...Ya estaba preparada para el gimnasio, me la he olvidado?!””

Volver para recoger su maleta, o peor aun, para hacerla, sería un sonoro fracaso en su estrategia. No aguantaría un segundo asalto. Apenas colocaría los calcetines cuando caería en las garras del enemigo sin oponer resistencia. Esta vez tenía que ganar la batalla. Al menos tenía dinero y las tarjetas de crédito.

Estas y otras cuestiones eran debatidas en su mente, encerrada en su microcosmos y en su desidia.
Finalmente llego el autobús que pasaba por Andrales. Un autobús de segunda linea, más bien viejo, pero todavía decente, al menos por fuera. Una ultima mirada a la pantalla del teléfono confirmo la posibilidad de que las redes estuvieran saturadas, de que el repetidor de señal estuviese roto, de que los problemas técnicos afectasen a telefónica, porque no había llegado ningún mensaje todavía.

Y allí, de pie, dentro de la estación, viendo el autobús camino Andrales llegar a través del cristal de la ventana, sin maleta pero con dinero, con el aire acondicionado puesto, el billete en una mano y el móvil en la otra tomo la decisión de montarse en el autobús y que fuese lo que dios quiera.

Avíseme por favor, que me bajo en la parada Paloma Blanca

Pues como ya se sentía bastante aturdido, entre el aburrimiento de la espera y el nerviosismo de la situación, de inmediato salio en busca del autobús. Bien es sabido que la precipitación es mala consejera, y que llevan a errores de difícil solución y arrepentimiento, pues bien, al salir de la estación, o mejor dicho, de la zona de aire acondicionado, el golpe de calor seco, de tiro a quemarropa y sol abrasador , asesto una duda más que razonable sobre la viabilidad de tal arriesgada aventura que nuestro protagonista pretendía acometer.
Afortunadamente, en este caso bastó con una vuelta a los orígenes, que no eran otros que detrás de las puertas automáticas que daban a la antesala de los andenes. Allí fresquito, volvió a esperar hasta que todo el personal se bajase del autobús y el consiguiente reemplazo de sufridos y estoicos viajeros al sol.

-- Tendrá este autobús aire acondicionado? Mira que si no tiene... la voy a sudar gorda

Justo antes de montarse el último pasajero visible, salto nuestro héroe a la arena. Apenas unos segundos al calor se coló inmediatamente dentro del autobús, que eso sí, tenía aire acondicionado.
La cosa iba bien, una sonrisa placentera de alivio y un refuerzo a su confianza.

-- Me avisa por favor en la parada Paloma Blanca?
-- Claro hombre, van a se 10 minuto.
-- temprano noo?
-- Bueno, vaya usted más lento y así llega más tarde, no? Jajaja
-- sí hombre, no te preocupe... jajaja sara lo que se pueda

Subido ya al pasillo divisó el interior del autobús y sus pasajeros. No le gustaba el transporte público. Y por que tiene a uno que gustarle el transporte público? Un continuo ir y venir de anónimos individuos, a cual con la cara más estirada, callados, algunos malolientes, otros enfurecidos, por lo general medio sucio e incomodo. A veces con un esfuerzo hacía una gracia, regalaba una sonrisa, e incluso intercambiaba alguna palabras más allá de la cortesía. Pero le agotaba la incansable propensión a estar de mala leche por las mañanas del gentío en general. Y la verdad, quien no iba a estar de mala leche por la mañana? Hay a quien le gusta levantarse temprano para ir a trabajar, a decir buenos días a su jefe simplemente por vocación? Posiblemente porque en la viña del señor tiene que haber de todo, porque si no la campana de Gauss no se llamaría campana, se llamaría la choza de Gauss, o vete a saber como se llamaría.

Pero esto era diferente, no era por la mañana, no era siquiera día laborable, no era una imposición, era su elección. Su elección a no sabía muy bien qué ni cómo. Al fin y al cabo Andrales sólo estaba a 15 km, el viaje no se pintaba muy tortuoso.

Si bien subir el último tenia una sus ventajas, la desventaja era clara, no podía elegir cualquier lugar.

Ante si quedaban solo 3 sitios libres, el primero delante, como a él le gusta estar en los transportes públicos, pero al lado de un chaval escuchando música electrónica a tope por su auriculares, que por supuesto había colocado su mochila en el sitio libre.
El segundo más atrás, pegado a una ventana, pero teniendo que pasar por encima un tipo muy garrulo, de dimensiones grandotas que invade parcialmente el asiento contiguo, y el tercero al fondo, y que no llegaba a ver muy bien quién se sentaría a su lado.

Acaso no tienen todos los jóvenes algo de niñato y todos los grandotes algo de garrulo?
O acaso no tienen todos los niñatos algo de garrulo y todos los grandotes algo de niñato?

El sistema hidráulico cerro la puerta, el motor se encendió.

- Siéntese, que salimo. Grito el conductor.

Y justo pasaba esto cuando su móvil vibro, como vibra la llegada de un mensaje de texto.

Como un empujón paterno para salir del nido, el autobús (más bien el pie del conductor) dio un acelerón al arrancar y le envió medio metro pasillo adentro.

Ante la certidumbre incomoda del niñato estruendoso y el gigantón invasor, el aviso del conductor
y la inercia del movimiento, “escogió” dirigirse hacia el fondo, allí donde no le gustaba, el mal menor de las elecciones aparentes.

Mientras andaba miró a una señora mayor a su izquierda, con su pelo recogido y su vestido de los años de Franco, y a otra señora, ésta más joven, con un niño pequeño de unos 10 años, a su derecha.

De reojo pudo ver a otro garrulo de dimensiones más pequeñas pero de igual semblante y distinción que el anterior, eso sí , éste con camiseta de tirantas. Un poco más atrás se fijó en una tercera señora con un pañuelo en la cabeza, con aspecto de turca, que también viajaba acompañada de un niño, ““como no!”” pensó, ““esta gente no para nunca de tener hijos””

Estos personajes, tan habituales y cercanos en el transporte público, y sin embargo alejados de su vida cotidiana.

Y es que no es por nada que la academia de la lengua define prejuicio como opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

Y no es el prejuicio acaso el leitmotiv de nuestras vidas?

Unos pasos más adelante y alguna que otra mirada esquivada encontraba finalmente su asiento.
Al sentarse intentó no fijarse mucho en la persona de su lado, se trataba pues, de pasar el trecho de la manera más rápida e inocua posible. Total, iban a ser sólo 15 minutos. Pero se fijó.

Se fijó en una gran melena de pelo rizado y oscuro, que cubría parcialmente el rostro de aquella joven. Y también se dio cuenta de su tez más morena de lo normal. Iba vestida muy sencilla y discreta.

La chica miraba por la ventana y no hizo ningún gesto ni pestañeo ante su llegada.

-- Hola (sonrisa incluida).
--
Dio la callada e ignorada por respuesta.

Ya sentado y mirando él también por la ventana, sus caras se flejaron momentáneamente en los cristales de otro autobús al que adelantaron.

Fue un instinto, fue un impulso, algo fue que le hizo saludar con la mano para reflejarlo en los cristales, improvisados espejos y tarjeta de visita, para llamar la atención de la chica. La mirada de la chica, al infinito, impasible, ni se inmutó.

Desde el otro autobús alguien saludó de vuelta.

Esto hecho ultimó, que le debía de haber hecho sentir tonto perdió, realmente le salvo de un ridículo espantoso, ante la insistencia de la chica de no tomar partido en absolutamente nada.

“Nos vemos luego...” (saludando y haciendo el gesto con las manos, rodando una sobre la otra, de un tiempo futuro) – dijo en voz baja, para disimular la jugada.

““Que estará pensando la persona del otro autobús...””

Abandonando ya su intento por contactar con su vecina, cayó en la cuenta de que acababa de recibir un mensaje de texto en su teléfono móvil.

Con prontitud y prisa se metió la mano en el bolsillo. Allí se quedó su mano durante un par de segundos... y si no le iba a gustar lo que había en el mensaje?? Cambiaría de compañía si le llegase otro mensaje publicitario??

Finalmente armado de valor, con el corazón de repente levantado y galopando, sacó su teléfono móvil y abrió el mensaje de texto, bastante corto, que así decía:
Donde estas? Por favor vuelve y ….
Y... nada más porque el teléfono perdió justo en ese momento la batería.

- La madre que parió!
““Malditas baterías malditos móviles seguramente made in China””
Fue un momento de confusión. Apenas había podido leer el mensaje que había estado esperando. Pero era indudable... “por favor vuelve”...
Esa era el mensaje, o no era ese el mensaje? Le estaría jugando su memoria una mala pasada?
““ Si que era ese, o no?””

 Apenas tuvo un momento para verlo: Donde estas? Por favor vuelve...

““o era: Donde estés por favor piérdete ””
No no no, era por favor vuelve. Si, ese era ””

Una sonrisa se coloco con intención de no marcharse.
Pensó que había ganado. Que había ganado. Por fin no había sido él el que había tenido que dar su brazo a torcer. Había ganado por primera vez una gran batalla. Sintió un gran alivio, y además alegría, mezclada con una sonrisa histérica. Ya podía volver a casa y atravesar el marco de la puerta cual arco del triunfo.

Y así de satisfecho se levanto de su asiento y se dirigió por el pasillo hacia el conductor a casi pedirle que diese media vuelta y le dejase en la puerta de su casa, ole.

El pasillo esta vez era diferente, para empezar, solo vio los cogotes de los asistentes.

-- Caballero, me deja aquí mismo que me bajo?
-- Hombre, esto no eh un autobu de linea. Siéntese que nos van a pone una murta. Ya se baja en su parada, que no queda musho.
-- Vera, es que me tengo que volver a casa... y... mejor me bajo ya en un momento.
-- Pos se baja en su parada, se crusa la carretera, y sespera ar siguiente autobu en la parada de enfrente, que vendra de vuerta en la diresion contraria, aquí no nos podemo para.

Pues como tenia sentido lo que el buen hombre planteaba, y además las buenas noticias de sobra compensaban cualquier contratiempo, pensó que incluso le vendría bien hacerse un poco más de rogar, y llegar si cabe más tarde a casa. Una vez se ha rendido el enemigo, sigue siendo enemigo, y no hay que fiarse de el.

Llegando a su asiento de vuelta, no reparo ni en unos ni en otros, solo en la chica escurridiza de su asiento de al lado.

Esta vez, mientras se sentaba, le miró a los ojos durante un momento. Unos ojos bien negros, apuntalados de unas cejas más bien finas. De entre su pelo rizado salia un cable blanco, que se alargaba hasta el bolsillo de su pantalón vaquero. El cable de su aparato de música, o quizás de su teléfono supuso.

Su realidad cambió en una cuestión de 5 minutos. De marchar a no saber dónde, con el rabo entre las piernas a volver triunfante y con la cabeza alta. Se imaginó su llegada a su casa, en el portal, la portera le recibiría con una corona de laurel y la aguantaría sobre su cabeza desde la llegada hasta la puerta de su casa. Los vecinos, escalera tras escalera, irían abriendo las puertas de sus casas, agolpados, ovacionando, aplaudiendo y vitoreando. El confeti caería por el ojo del pasillo y sólo se podría comparar con la bienvenida del Apolo 11 y Dafne lo estaría esperando allí en su puerta, susurrando en su oído “perdóname”.

Y que es la realidad sino una fantasía que creemos cierta? Que diría Descartes si fuese el quien se sentase a su lado en ese autobús, y Calderón de la Barca? Y si la realidad se volviese completamente cierta, no seria completamente aburrida? No es la incertidumbre la salsa de la vida?

Mantenía la curiosidad de saber cómo terminaba el mensaje. Al fin y al cabo, “Donde estas? Por favor vuelve y ….” guardaba todavía un secreto.

Esta vez no se lo pensó, ni consultó a los lectores el que hacer con su aventura, esta vez se lo pidió directamente, para que no hubiese un malentendido, ni un lugar a dudas.

-- Hola (tocando el hombre izquierdo repetidamente con el dedo indice como el que llama a una puerta).
--
Sorprendida miró, y se llevó una mano a sus orejas, se quitó unos auriculares.

-- Si? (respondió).
-- Perdona, es que se me ha agotado la batería, y tengo un mensaje muy importante, y he visto que tienes un teléfono móvil. Podría pedirte el favor de que me dejaras que use mi tarjeta en tu teléfono?
-- Se refiere a si tengo un celular? (con un acento que le sonó divino) Pues es que no tengo, esto es un ipod para la música, pero no tiene teléfono. Lo siento.

En ese instante, se paró el autobús, y el conductor volvió a gritar “Palomitah Blanca!!” aquí eh la parada.

-- Perdón, me bajo acá (dijo la chica, con un acento que resonó como música celestial por segunda vez)
-- Ah, yo también!

Allí se bajaron el garrulo mayor, la chica de acento de sirena y nuestro protagonista, sin ningún Orfeo para protegerle, que inicio así el viaje de vuelta a su itaco.

Nada más salir otro golpe calor torteo su cara. En frente se encontraba el famoso Paloma Blanca.
Este lugar parecía un bar de carretera, un cartel bien grande lo dejaba claro PALOMA BLANCA BAR, con una palomita hecha en luces tubulares, que no estaba encendida todavía. Una leyenda debajo de la paloma decía lo siguiente: Cogito ergo sum, también en letras tubulares, esta vez de neón verde.

La puerta del autobús se cerró y el conductor aceleró como si tuviese prisa. El grandote y la chica andaron unos pasos hacia delante.
“ “Pues ahora media vuelta” ” se pensó nuestro sufrido protagonista allí parado.

Apenas unos metros recorrió el autobús, cuando empezó a salir gran cantidad de vapor de la parte delantera que rápidamente se convirtió en humo. El autobús paro súbitamente.
La puerta se abrió y el conductor salió, más bien en pánico, con sobresalto y quitándose las gafas de sol expresó con gran gallardía una frase que quedara para la historia de la conducción:
- “Me cago en tooo!”

Media vuelta se dio, entró al autobús e invitó a sus ocupantes a que lo abandonaran ordenadamente, sin pausa pero sin prisa, primero sus asientos y pertinentemente el autobús:
-- “Tos pa fuera, vamo rapido!! vamo vamo, ay que baharse”
Primero miraron perplejos y luego dudaron ante la situación.
Para dar ejemplo el mismo conductor fue el que salió primero, abandonando el autobús. El joven salió el segundo, con su mochila. Y entonces comenzaron a salir los pasajeros. Las señoras mayores parecían ágiles, los grandotes, ligeros, los mamas con sus niños en brazos y todos agolpados comenzaron a embotellonar el pasillo y la salida del autobús

Todos estaban ya fuera, aliviados de haber abandonado el autobús, que todavía humeaba un poco por delante.

-- Una señora pregunto: “Oiga, que yo me he olvidado el bolso dentro, puedo subir un momentito a recogerlo?”
-- “No señora, er protocolo de insendio lo prohibe”
-- Pero si sólo esta el motor echando un poquito de humo?

Nos pasamos la vida cumpliendo y saltando protocolos, que a algún burócrata , probablemente aburrido, falto de motivación y con necesidad de justificar su puesto de trabajo, se le ha metido en sus partes varias que todos cumplamos sin pensar, y que si pensamos y decidimos saltárnoslo quedemos automáticamente fuera de la ley, expuestos a reprimenda.
A veces pienso que seria de una vida sin leyes o sin reglas?? Algunas escuelas de pensamiento creen que únicamente así el hombre puede ser feliz, pero yo las llamo escuelas de piensomiento , no porque mientan ni porque piensen, sino por pienso, que es lo que seguramente estén comiendo tan grandes conocedores de la naturaleza humana.
Yo me inclino a creer humildemente que las reglas nos hacen tremendamente felices. Nos hacen felices porque nos dan una doble oportunidad. Una oportunidad de criticarlas, y de hacerlos sentir más inteligentes que los demás y quedarnos ahí, inteligentes pero cobardes, y otra de romperlas haciéndonos sentir no sólo más inteligentes que los demás, sino también más listos que los demás, y además valientes. Y si uno no se atreve ni a criticarlas ni a saltarlas, siempre queda la opción de cumplirlas, que no sólo nos la da la sensación de haber cumplido nuestro deber sino que eternamente nos dejara en una situación perfecta para poder criticar a aquellos que no lo hacen, denunciarlos o alegrase cuando los pillen y aquí el que no se consuela es porque no quiere.

Y dicho esto por parte de la señora, salieron unas llamas del radiador de la parte delantera del autobús.

Apareció en el momento más inesperado el garrulo mayor con un extintor y roció toda la carga en el radiador, apagando rápidamente el mini incendio.

“ole! Bien!! así se ase” La algarabía del grupo y su nerviosismo estallaron en una ovaciona improvisada.

Si bien tardaríamos unos capítulos en contar como vivió cada uno de los personajes ese momento, teniendo que inventar casi todo, mezclándose recuerdos con memoria e imaginación, podemos contar que a la vez que el garrulus mayor rociaba el autobús, por influencia y simpatía cósmica, rompió aguas a miles de kilómetros la señora del que aquí se esfuerza en colocar letras unas detrás de otras con más o menos sentido, dando lugar a otra historia todavía más fascinante.

De vuelta al autobús más o menos chamuscado, nuestro hombre aprovecho la confusión para hacer un mutis de la situación, cruzar la carretera y ponerse a esperar el autobús en el sentido contrario.
Por fin se iniciaba el viaje triunfal de vuelta.

El sol pegaba todavía con fuerza, suficiente para cegar, derretir y despelotar a más de uno, sin posibilidad de gafas de sol, refresco ni bikini que valga que pudiese aliviar el solano y agobio impuesto por el astro. Esto le recordó a un verano lejano en que visitó Sevilla, a las 3 de la tarde de un agosto de rigor, en el que se subió a un taxi para recorrer los escasos 500 metros que separan al hotel Alfonso XIII de la plaza de La maestranza, únicamente como medida de supervivencia y disfrute del aire acondicionado.

A lo lejos divisó un autobús que se acercaba y así le trajo la esperanza de escapar de la termo tortura. Desde el otro lado de la carretera el conductor del autobús empezó a hacerle señales, y silbarle, intentando llamar su atención. Evidentemente el conductor del autobús iba a pedirle su ayuda para algo, pero eso supondría perder el autobús que se acercaba rápidamente. Ni corto ni perezoso solucionó este conflicto de intereses como no podía solucionarlo de otra manera. Se hizo el sueco, el tonto, el sordo, el distraído, el que no ve, el invisible, el pasota, … en fin... yo paso yo cuelgo... y miró al autobús fijamente sin cruzar la mirada con el conductor de enfrente.

Y cómo solucionar si no un conflicto de intereses? Estamos preparados para ceder nuestra comodidad en favor de otros, otros que a lo mejor no lo merecen? Porque al fin y al cabo, el había pagado su billete y le habían metido en el marrón. No sería la empresa responsable de ponerle a el en un peligro faltando al mantenimiento apropiado del autobús, y además de mantener en plantilla a conductores con el acelerador muy suelto? Esto fue su pensamiento.

Así llegó el autobús, para complacencia de nuestro protagonista, así levantó la mano en señal de parada, y así pasó el autobús directamente de largo. Para su asombro y desplome, el autobús no era de uso público, sino uno lleno de turistas orientales.
Todavía con la mano levantada y mirando al horizonte como se marchaba el autobús asiático, el conductor gritó desde el otro lado de la calzada:
- “que ya no ay autobu, que este es el q da la vuerta pa recoge a los viajero, que solo ay uno q ase esta linea, vente paca hombre que aquí hay sombra”

Y así se rieron todos los que lo escucharon, ayudados por la liberación del estrés de la situación y la gracia innata del conductor.

“Es que no le he oído, no le he visto”, intentó justificar. Y así volvió al otro lado de la calzada, ligeramente humillado, pero al menos con la intención de ponerse a la sombra.

-“No tendrá nadie por aquí un teléfono móvil que pueda usar verdad? Para llamar a un taxi”

Y en eso que la exótica chica del autobús saco un teléfono de su bolsillo y le dijo con una sonrisa:
-“anda toma, para que puedas haser tu llamada”.

Perplejo, pero contento, aceptó su celular.
Teléfono móvil en mano, dispuesto a poner fin al problema del transporte, cayó en la cuenta de que no sabia el numero de la compañía de taxis, ni tampoco ninguno de los presentes. Tampoco había recepción de datos por lo que no cabía mucha alternativa.
Así son las nuevas tecnologías, preparadas para hacernos cada vez la vida más fácil.

-- “Dentro del bar tenemos el listín telefónico”
--
y así fue como nuestro protagonista cambió el curso de su vida, por un simple numero de teléfono.
Momentos de inflexión inapreciables a los simples mortales que somos, gotas de agua salada en mitad del océano que es la realidad en la que nos sumergimos todos los días.

-- “No estamos abiertos todavía Lili” dijo severamente el garrulo mayor, que al parecer conocía a nuestra chica del autobús.
-- Por eso mismo no? - respondió ella.

Y así se fueron este nuevo formado trió, garrulo con extintor en mano, protagonista con el teléfono móvil y chica misteriosa, dirección al Paloma Blanca, que fue de donde el garrulazo armario empotrado consiguió el extintor que tan bien vino para apagar el fuego del autobús.

Entrando al bar nuestro ilustre forajido no reparó en su decoración, ni tampoco en la falta de luz.
Pero para eso esta el que aquí escribe, para que no nos perdamos detalle.
Fuese porque no solía ir a bares de carretera nunca, o fuese porque nunca había salido de la ciudad,
no reparó en que la mayoría de los bares de carretera no tienen recepción o guardarropa. El ambiente intentaba imitar áreas vip cool sin llegar realmente a serlo. Baldosas blancas y negras cubrían el suelo, en el centro una gran barra con sillas altas de barra americana. Las sillas , rojas, revestidas de cuero. La barra con ligeras luces moradas por debajo, los aledaños con sillones de cuero negro, al estilo minimalista moderno y mesas camilla de cristal. Las ventanas cerradas, y en las paredes algunas fotos de más o menos estilo, por lo general de modelos puber femeninas en diferentes posturas, al estilo del gran artista David Hamilton.

El garrulo se metió detrás de la barra, y directamente le pregunto a nuestro ignorante protagonista
-- quieres algo de beber?

Quien no querría algo de beber con la calor que había pasado fuera?

-- Si , una coca cola por favor.
-- Aquí solo tenemos Ron – cola.
-- ...bueno, pues un Ron – cola entonces.

La chica, se metió detrás de una cortina que se encontraba al otro lado de la sala.
-- Ahora te traigo el listín telefónico.

Vaso en mano, 3 cubitos de hielo, 2 dedos de ron y el resto en una botella de cola. Por un momento dudo en tomarse únicamente la botella de cola, pero la atenta mirada del garrulus, le disuadió inmediatamente, así que vació la botella en el vaso de ron y le fue dando sorbitos.
Al cuarto o quinto sorbo, la chica, asomando la cabeza desde la cortina le llamo: ven, ven , aquí lo tienes, ven.

Con dudas, pero con vaso, fue. Abrió la cortina, un poco curioso y alterado a la vez y allí se encontró a Lili con el listín telefónico.

Lili, vestía medias de malla, sobre un tanga negro, y un top de bikini. Su pelo rizado estaba ahora recogido en el lado derecho. Y de pie, así de tranquila, sostenía el listín telefónico.
-- A que esperas? No querías el numero de teléfono?...
--
En un desenfreno numérico que duro 15 minutos, nuestro héroe se leyó el listín telefónico completo, sin dejarse un numero ni coma por examinar. Comenzó por la a, termino por la z, repaso una vez más, no fuese a equivocarse en el numero a marcar, y finalmente encontró el numero que buscaba y el listín telefónico le pareció la literatura más bella que jamas había leído.

-- Muchas gracias por la ayuda... Lili, yo me llamo...
-- No. - Interrumpió
-- Es mejor así, ayudar a un desconocido es más bonito :)
-- No te olvides cuando salgas de pagarle a Ruben la copa.
--
Y salió de aquella habitación, corriendo las cortinas, pero sólo sutilmente, lo suficiente como para poder salir sin dejar más luz pasar al interior. Sin mucha noción del tiempo, ni falta que le hacía.
En la sala habían ahora más personas. Habían 2 chicas más. Una de ellas se hacia llamar Chispi, bastante pequeñita, pero lucia unos tacones muy altos y una boa de plumas rosa que le cubría poco más que los pechos. Se sentaba en uno de los sillones de cuero con un cliente que no paraba de hablar de la física cuántica, Jose. Jose no había tenido tiempo ese verano para leerse su libro favorito, ni tampoco Chispi, que a pesar de leer continuamente, no se dedicaba a esos desvaríos sin sentido, especialmente en verano. Pero allí estaban. A su lado estaba la otra chica, con pinta de Madam, cigarro con boquilla larga en mano, guantes a los Gilda, conversando por teléfono con vete a saber quien, su nombre, Mariaje. Al otro lado de la barra se encontraba Javier, que entablaba conversación con Ruben, sobre la música que habría que poner ese noche a la vez parecía que discutían sobre si permitir o no la venta de determinadas marcas de alcohol adulterado.

-- Cuanto te debo Ruben – preguntó el que protagoniza esta historia.
-- 120 euros.
-- ….... ehhhh....Espero que aceptes tarjeta.
-- Faltaría más.
-- Y así fue como le duplicaron la tarjeta de crédito y acabo arruinado nuestro héroe. Una vez que salió de la cárcel por los motivos que se explicaran en una futura aventura, no fue capaz de convencer a la compañía aseguradora ni a la de tarjetas de crédito de que el jamas gastaría 50.000 euros en productos para gatos ni el albergues de acogidas para mininos callejeros, como parece ser que desinteresadamente donó.
-- Me puedes llamar a un taxi Ruben?
-- Ahora mismo.

En eso que de repente entraron el resto de sufridos viajeros del autobús al Paloma Blanca en busca de fresco refugio, pues 40 grados eran muchos grados que nadie pudiese aguantar más de 10 minutos. Y allí se juntaron, las señoras, los niños, los garullos, los niñatos, los clientes y las camareras de tan pintoresco lugar, enfrascados en una discusión sobre la conveniencia y el derecho de admisión.
-- -No os vayáis a pedir nada que aquí las bebidas son super caras (les espetó nuestro campeón).
-- Lili salio de escondite y le pidió el teléfono móvil de vuelta antes de que se marchara nuestro protagonista.
-- Me podrías hacer un favor más Lili?, me dejas meter mi tarjeta sim para leer un mensaje.

Y este era el mensaje completo:
“Donde estás? Por favor vuelve y recoge tus cosas, no te quiero volver a ver más, se acabó”

En ese momento no le importó, no se sorprendió, no le gustó ni le dejo de gustar, simplemente fue como leer una señal de trafico en la carretera.

Apenas si tuvo tiempo para poder digerir el asunto del mensaje cuando de una patada en la puerta entro la división policial con orden de detener a todo el mundo en pro de la lucha contra el crimen organizado, la trata de blancas, el delito contra los trabajadores y el atraso en las cuotas de los sobres blancos que llevaba ya 3 meses sin pagar el Paloma Blanca.

Bien sorprendidos por la presencia de tan concurrida audiencia no tuvieron otra que dejarlos a todos libres, menos a nuestro protagonista que estaba pagando los servicios, a Ruben el garrulo portero camarero y deudor de las cuotas al fondo de pensiones “caja b” de la policía nacional y a Javier, por suministro ilegal de alcohol adulterado sin el permiso policial.

Al salir, esposado, miró hacia atrás y vio las luces de neón del paloma blanca bien encendidas
“Co ito, ergo sum” La letra g, curiosamente no estaba encendida (ni hay quien la encuentre se dijo a si mismo).
Y finalmente volvió, aunque no a casa, en un coche de policía taxi que le iba a salir gratis, directo a la comisaría, en donde pasó la noche en compañía de un borracho que la había liado por lo visto en otro bar de alterne y que así le decía:
“No solo una hartá, una pechá!! Se la sacó de la mango tío, no te lo pué imaginá...
Eh uno deso gashó que lo se la saben toa....”

Al salir del calabozo, a la mañana siguiente, se dio cuenta que la comisaría se encontraba enfrente de la estación de autobuses.

Cruzando la calle, varios pensamientos sobre el destino, la existencia del ser, el azar, la vida y el listín telefónico se entre mezclaron.

Al entrar en la estación, se puso en la primera cola que vio, hasta que le tocó

- “Siguiente...”- dijo desde la ventanilla con un tono de desconfianza.

-“Un billete por favor”

-A donde?

-A donde diga el lector....

Y colorín colorado esta historia por ahora se ha acabado, agradeciendo la interacción, la paciencia y el no haberme marcado como correo no deseado de los sufridos lectores veraniegos.

Se aceptan sugerencias en el buzón de sugerencias, se aceptan propinas en el propinero, se aceptan críticas, pero sobre todo, se aceptan tarjetas de crédito.

Ciao ciao

Todos los derechos (incluidos el de admisión) reservados.


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